
Pilates en casa: guía para mantenerte en forma sin ir al gimnasio
¿Te ha pasado alguna vez que, mirando la lista de propósitos de año nuevo (o de cada lunes), te prometes: “Voy a empezar a moverme más”, “Esta semana sí que hago ejercicio”, pero entre el trabajo, la familia y ese ratito de sofá que nadie nos quita… el gimnasio queda en la lista de “ya lo haré”? Tranquila, esto nos pasa a muchas. Pero, ¿y si te dijera que puedes tonificar, estirar y mejorar tu postura desde la comodidad de tu salón? Bienvenida al maravilloso mundo del pilates en casa.
¿Por qué pilates?
Antes de lanzarte sobre la esterilla, hablemos de por qué el pilates se ha convertido en el aliado número uno de muchas mujeres (yo incluida). No necesitas tener experiencia, ni aguantar rutinas imposibles de alta intensidad. El pilates trabaja desde la suavidad y la conciencia corporal, pero eso no significa que sea fácil. Te hace sudar pero con elegancia. Es como el café de especialidad frente al espresso de toda la vida: más sutil, pero te despierta igual.
Además, no solo fortalece músculos. Mejora la postura (adiós dolores de espalda de tantas horas frente al ordenador), aumenta la flexibilidad, ayuda a reducir el estrés y fortalece el core, esa zona mágica que funciona como nuestra faja natural. Y sí, también estiliza la figura de forma armoniosa.
Qué necesitas para empezar en casa
Una de las mayores ventajas del pilates es que puedes practicarlo en casa sin necesidad de montar un gimnasio. Estos son los básicos que yo uso y recomiendo:
- Esterilla cómoda: invierte en una un poco más gruesa de lo habitual (6 mm o más). Tus rodillas y columna te lo agradecerán.
- Ropa cómoda: no hace falta estrenarte en Lululemon; unas mallas que no se escurran y una camiseta ajustada que te permita moverte libremente bastarán.
- Pelota pequeña o fitball: no es obligatorio, pero añade variedad y reto a muchos ejercicios.
- Bandas elásticas: ideales para trabajar fuerza sin impacto.
- Una silla: sí, la del comedor sirve. Viene bien para ciertas variaciones y para principiantes.
Y si tienes alguna lesión, consulta siempre con un especialista antes de empezar. Porque sí, en casa somos nuestras propias instructoras… ¡pero con responsabilidad!
¿Cuándo y cuánto practicar?
Esta es la pregunta del millón y la respuesta corta es: lo que puedas, cuando puedas. Pero para ver resultados visibles y mantener la motivación, lo ideal es practicar pilates entre 2 y 4 veces por semana.
Personalmente, me gusta hacerlo por la mañana (aunque eso implique poner la alarma 20 minutos antes). Me ayuda a empezar el día con mejor energía y me evita la típica excusa del “ya lo haré por la tarde”. Pero si tú funcionas mejor en otros momentos, adáptalo a tu ritmo. Recuerda: la mejor rutina es la que puedes mantener.
Rutina de pilates sencilla para principiantes
Te comparto una rutina básica que suelo recomendar a las amigas que quieren iniciarse, y que yo misma hago cuando necesito volver a lo esencial. Son solo 6 ejercicios que puedes completar en unos 20-30 minutos.
- Respiración consciente: siéntate con la espalda recta o tumbada boca arriba. Coloca las manos sobre el abdomen y realiza respiraciones profundas, llevando el aire a las costillas. Hazlo durante 2 minutos para conectar con tu cuerpo.
- Puente de glúteos (Bridge): tumbada de espaldas, pies apoyados y rodillas flexionadas. Eleva la pelvis hasta formar una línea recta con rodillas-caderas-hombros. Mantén 2 segundos y baja lentamente. Repite 10 veces.
- Hundred básico: boca arriba, piernas flexionadas en ángulo de 90°, brazos estirados a los lados, ligeramente elevados. Bombea los brazos hacia arriba y abajo mientras inhalas 5 tiempos y exhalas 5. Hazlo durante 10 ciclos de respiración.
- Single leg stretch: abraza una rodilla al pecho mientras la otra se extiende a 45°. Ve alternando lentamente, manteniendo los hombros elevados y el abdomen activado. 10 repeticiones por pierna.
- Planchita sobre antebrazos: apoyo en antebrazos y puntas de los pies. Mantén la posición 20-30 segundos. Aumenta progresivamente hasta 1 minuto.
- Spine stretch forward: siéntate con piernas estiradas y abiertas al ancho de caderas. Inhala creciendo hacia arriba, exhala redondeando la espalda hacia delante como si quisieras alcanzar algo frente a ti. 6 repeticiones, suave y con control.
No se trata de hacerlo perfecto, sino de conectar con tu cuerpo, tomar consciencia de cómo te mueves y, sobre todo, de disfrutar el momento.
Tips prácticos para mantener la constancia
Como buena amante de las listas (y de la organización de vida cotidiana), te dejo algunos trucos que a mí me ayudan cuando la vida se pone en modo caótico:
- Establece un espacio fijo: si puedes, deja tu esterilla en un rincón visible. Tenerla a la vista te recuerda tu compromiso.
- Bloquea un horario como cita contigo: igual que no faltas a una reunión o recogida de niños, bloquea ese tiempo en tu agenda como sagrado.
- Sigue una rutina estructurada: YouTube está lleno de vídeos, pero a veces tanta variedad abruma. Elige un canal de confianza, como “Pilates con Ximena” o “The Balanced Life”. También existen apps y plataformas como Gaia o Alo Moves.
- Música con flow: una playlist suave pero motivante puede marcar la diferencia. Yo tengo una mezcla de bossa nova y chill beats que me transporta directo al flow.
- Haz mini sesiones si el tiempo apremia: no tienes que hacer 1 hora. 10-15 minutos bien hechos ya cuentan.
Y si un día falla… simplemente retomas al siguiente. Nada de culpas, tu cuerpo necesita regularidad pero también flexibilidad mental.
Mi experiencia personal (porque sí, yo también empecé desde cero)
Empecé a practicar pilates en casa durante una baja por maternidad. Los días tenían forma de pañales y biberones, y mi espalda gritaba auxilio. Empecé con vídeos de 15 minutos, en pijama y con el bebé gateando a un lado. Al principio solo sentía que no tenía fuerza para nada, pero poco a poco, mi cuerpo se reconoció en los movimientos. Gané movilidad, sentí el abdomen más firme y, por primera vez, encontré un espacio solo para mí.
Desde entonces, ha habido épocas más constantes y otras donde apenas hacía un par de ejercicios semanales. Y eso también está bien. El pilates no es una meta, sino un camino. Y cuando lo practicas en casa, puedes ajustarlo a lo que necesitas sin comparaciones ni presión estética. Es tu momento y tu cuerpo, en armonía.
¿Pilates con niños, pareja o mascotas en casa?
¡Claro que sí! A veces los peques se cuelan en la esterilla o el gato decide que la superficie más atractiva del salón es tu espalda durante una plancha. En vez de verlo como un obstáculo, intégralo. Mis hijos se divierten jugando a imitarme y, aunque no siempre consigo hacer toda la rutina del tirón, al menos nos reímos juntas. La perfección no es el objetivo, el movimiento sí.
Escucha a tu cuerpo, no a la voz interna crítica
Practicar pilates en casa también requiere desarrollar una actitud cuidada hacia nosotras mismas. Algunas veces esa vocecita que repite “no lo estás haciendo bien” aparecerá. Ignórala. No hace falta hacer la versión más avanzada, ni estirar como en Instagram, ni levantar una pierna a 180º. Lo importante es moverse con conciencia, ajustar según tus sensaciones y darte el permiso de estar exactamente donde estás hoy.
¿Sientes que el día ha sido un tornado y no puedes más? Haz solo una sesión de respiración y estiramientos. ¿Tienes energía a tope? Busca una rutina que te rete. Tu cuerpo lo sabrá. Solo hay que aprender a escucharlo.
Un pequeño cambio que suma mucho
Incorporar el pilates en casa no requiere cambiar toda tu vida ni volverte una fanática del fitness. Es más bien como plantarle una semilla de bienestar a tu día. Un momento que crea espacio en el cuerpo y paz en la mente. Y cuando lo haces con constancia, los resultados se notan: en tu postura al caminar, en cómo recoges algo del suelo sin dolor, en esa energía que se escapa por los ojos. Tal vez no te conviertas en instructora certificada —aunque quién sabe— pero serás más tú. Y eso siempre es buena noticia.
Así que despliega tu esterilla, respira profundo y mueve el cuerpo. Porque cuidarte también puede ser tan accesible como poner “play” en el vídeo correcto. Vamos, que el gimnasio puede esperar. Tú no.
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