
Gambas al ajillo al horno: receta tradicional con un toque moderno
Un clásico reinventado: gambas al ajillo al horno
Si te digo “gambas al ajillo”, seguro que ya puedes oler ese aroma irresistible de ajo dorado en aceite de oliva, ¿verdad? Este plato tradicional español ha conquistado paladares desde hace generaciones, y no es para menos. Es rápido, sabroso y combina con todo. Pero hoy quiero compartir contigo una versión que probé hace poco y que me conquistó: gambas al ajillo al horno. Más ligera, menos aceite y sin perder ni una pizca de sabor.
En casa nos encanta innovar en la cocina, pero sin complicaciones. Por eso esta receta se ha convertido en un básico de mis fines de semana. Perfecta para sorprender en una cena informal o simplemente para darte un capricho sin necesidad de freír.
¿Por qué al horno?
La versión tradicional se hace en sartén, con mucho aceite y una cocción rápida. Riquísima, sí, pero no siempre la más ligera. Cocinarlas al horno tiene varias ventajas que, si eres como yo —pragmática y con poco tiempo libre—, te van a encantar:
- Usas menos aceite, así que es más saludable.
- Ensucias menos utensilios (bye bye salpicaduras en la vitro).
- Puedes prepararlas en una bandeja grande si tienes invitados.
- El ajo se carameliza lentamente y queda aún más aromático.
Ingredientes que vas a necesitar
Seguramente tienes la mayoría ya en tu cocina, porque lo bueno de esta receta es que lleva muy pocos ingredientes, pero de calidad. ¡Que no te falte un buen pan para mojar en el aceite!
- 500 g de gambas crudas peladas (pueden ser congeladas, pero descongélalas bien antes).
- 4 dientes de ajo grandes (ajustar al gusto).
- 1 guindilla seca (opcional, pero le da el toque clásico).
- Aceite de oliva virgen extra.
- Sal marina y pimienta negra recién molida.
- Perejil fresco picado (para decorar y aportar frescura).
- Un toque moderno: ralladura de limón o un chorrito de vino blanco (te explico más abajo).
Preparación paso a paso
Esta receta la he hecho con mi hija una tarde lluviosa de domingo, y quedó tan rica que la repetimos esa misma semana. Vamos al lío:
1. Precalienta el horno a 200 °C (arriba y abajo) mientras preparas los ingredientes.
2. Pela y lamina los ajos finamente. Si eres fan del ajo (como yo, que nunca son suficientes), puedes incluso machacar uno para intensificar el sabor. La guindilla la puedes cortar en aritos o dejar entera si solo quieres un toque picante suave.
3. En una bandeja de horno (mejor si es de barro o cerámica, pero una metálica sirve perfectamente), coloca las gambas ya descongeladas y secas. Añade los ajos, la guindilla, sal, pimienta y un buen chorro de aceite de oliva. No te cortes con el aceite, pero piensa que no necesitas tanto como en la sartén tradicional. Entre 3 y 4 cucharadas bastan.
4. El toque moderno: aquí puedes innovar un poco. A mí me gusta añadir una pizca de ralladura de limón o unas gotas de vino blanco seco. Estas dos opciones aportan un matiz fresco que realza el dulzor natural de la gamba.
5. Mezcla todo bien en la bandeja con una cuchara de madera o con las manos (limpias, claro). Las gambas deben estar bien impregnadas del aceite y los condimentos.
6. Mete al horno durante 10 minutos. No más, porque la gamba se hace muy rápido y se puede poner dura si nos pasamos. Si tu horno calienta mucho, ve vigilando pasados los 8 minutos.
Cómo servirlas (y devorarlas)
Mi parte favorita. Nada más salir del horno, échales por encima un puñado de perejil fresco picado. El contraste de color y frescura es una delicia. Si usaste limón, unas gotitas adicionales pueden funcionar fenomenal.
Sírvelas bien calientes, directamente en la bandeja o en cazuelitas individuales. En casa acompañamos con pan rústico o una focaccia casera (otro día te paso esa receta). También puedes servirlas sobre un arroz blanco, con pasta o, si estás en modo healthy, con una ensalada verde y quinoa.
Trucos que he aprendido cocinándolas
Después de hacer esta receta más veces de las que me atrevo a admitir, aquí van mis consejos favoritos que realmente hacen la diferencia:
- Seca bien las gambas antes de usarlas. Si tienen agua, sueltan líquido y el resultado es más hervido que asado.
- No escatimes en calidad del aceite. El aceite es parte esencial del sabor final y luego vas a querer mojar pan ahí, créeme.
- Si usas gambones o langostinos grandes, aumenta ligeramente el tiempo de cocción, pero siempre controlando.
- Puedes prepararlas con antelación y dejarlas listas para meter al horno justo al llegar los invitados.
Una amiga mía, que tiene tres niños y poco tiempo para cocinar, las adaptó para hacerlas en air fryer. Quedaron tan bien que ahora las hace cada semana. Yo aún no lo he intentado, pero lo tengo en la lista de cosas que probaré un domingo con calma.
Ideal para un picoteo entre amigas
No sé tú, pero yo tengo un grupo de amigas con las que hacemos cenas informales de vez en cuando, cada una lleva algo. Estas gambas al ajillo al horno han sido mi carta ganadora más de una vez. Llegan calentitas, el olor abre el apetito de todas y desaparecen en… ¿tres minutos? Literalmente.
Y lo mejor de todo: son sin gluten, bajas en carbohidratos y se pueden adaptar para quienes siguen una dieta mediterránea o keto. ¡Éxito asegurado!
Una receta clásica, con un giro que enamora
Las de toda la vida, pero sin la sartén chisporroteando ni el olor a fritura. Esta versión al horno es delicada, sabrosa y elegante. Te permite disfrutar de lo mejor del sabor sin complicarte la vida ni hacer sacrificios en materia de salud. Porque sí, podemos cuidarnos y seguir comiendo con placer. ¿Quién dijo que no se puede tener todo?
¿Te animas a probarlas? Si las haces, cuéntame cómo te quedan o si le das tu propio toque personal. ¡Me encantará leer tus comentarios!
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